Reproducimos este interesante articulo de Ara!nfo, sobre el proyecto de mina de potasa de Sanguesa:
MIGUEL ÁNGEL CONEJOS MONTALAR | 20 diciembre, 2016 07.12
Montaña de sal en el LLobregat, residuos de la explotación de Iberpotash. |
En diciembre de 2014 la empresa Geoalcali, filial de la
australiana Highfield Resources, presentaba Mina Muga, el primero de
una serie de proyectos mineros, compartimentados, previstos a lo
largo de 550 kilómetros cuadrados, abarcando un territorio que
vendría desde la Sierra del Perdón navarra hasta la Chacetania
aragonesa.
Sin ninguna experiencia previa, ni en la potasa, ni el mundo de
los fertilizantes, principal mercado de esta sal, la empresa ha sido
capaz de embaucar, a políticos y habitantes, de ambos lados de la
Muga que separa Aragón de Nafarroa con las supuestas “bondades”
económicas de su proyecto.
Sin embargo, lejos de las promesas de puestos de trabajo vertidas
por Geoalcali la realidad de una mina de potasa es mucho más
compleja, y la generación de residuos supone un problema que todavía
no está resuelto.
Cuando la empresa presentó su proyecto, la cantidad de mineral a
extraer anualmente en Mina Muga era de 6.307.200 de toneladas, de las
que 1.059.610 correspondería al concentrado de potasa, y
aproximadamente 1.000.000 de toneladas de sal para deshielo. Una
cuenta rápida nos indica que más de 4 millones de toneladas anuales
serían inertes, de los que habitualmente quedan almacenados en una
gran montaña en este tipo de explotaciones.
El backfilling
como no solución
Ante el problema evidente de la alta cantidad de residuos en este
tipo de minería, Geoalcali, envuelta en esa estética
seudoecologista que rodea a todas sus publicaciones, prometió hacer
una mina “residuo cero”, algo que es materialmente imposible y
económicamente inviable, asegurando que reintroducirá la mayor
parte de estos inertes en las galerías de la mina, gracias al
proceso del backfilling.
Preguntada la empresa al respecto del proceso del backfilling
sus respuestas se quedan en vaguedades que no clarifican el tipo de
productos necesarios, ni el coste de los mismos, quizá conocedores
de que el proceso de reintroducción de los inertes encarecería unos
precios de producción por tonelada que ya están “maquillados”,
tal y como lo aseguran diversas fuentes que han mantenido contacto
con Geoalcali.
Es una de estas fuentes, que mantuvo una relación contractual con
Geoalcali, la que nos alerta de que el backfilling tiene al
menos dos problemas: “un problema de coste y otro de
funcionamiento”. Por un lado, no permite la reintroducción de
todos los inertes, “entre un 70% y 75% no los puedes devolver a la
mina”, un problema al que hay que sumar que los “cementos y
aditivos compatibles con la sal son carísimos”.
Para tratar de aclarar este entuerto decidimos consultar a otro
tipo de fuentes. El representante de uno de los grupos inversores,
que finalmente ha terminado por retirar su apoyo al proyecto de
Geoalcali en este mes de diciembre de 2016, nos aseguraba que “en
los números de Geoalcali, el proceso de backfilling está y no
está”, pues advierte que los 130 dólares australianos que
barajaba la empresa como precio de coste de producción de cada
tonelada de potasa ya tratada no son ciertos, y el precio real se
acercaría a los 200, unas cifras que comenzarían a hacer temblar la
rentabilidad de la mina.
Ricardo Pérez, miembro de Equipo Directivo y encargado de
Estrategia Corporativa de Geoalcali, nos aseguró que la empresa
estaba “gastando mucho dinero, esfuerzo y dedicación en la
investigación del backfilling”, pero no respondió a
ninguna de las preguntas concretas sobre los precios del cemento y
aditivos necesarios, ni el coste por tonelada del proceso de
rellenado. Ninguno de estos costes está contemplado en el proyecto
presentado hace dos años.
A vueltas con la sal
De los supuestos 6 millones de toneladas que saldrán del subsuelo
de Mina Muga, encontrábamos que un millón de toneladas se refería
a sal para deshielo que debería venderse fuera del Estado español,
pues, según palabras del propio Ricardo Pérez, “no podemos
competir” con productoras de sal como las de Remolinos.
En este sentido, Highfield Resources presentaba a bombo y
platillo, la firma de un memorándum de entendimiento con la
multinacional Cargill, por el que se comprometía a comprar “sal de
alta calidad”, procedente de Mina Muga, para usos industriales, eso
sí, asegurando que la partes discutirán los pormenores de la
operación cuando Mina Muga comience a funcionar, y es que Cargill,
nunca ha sido de perder dinero.
Así pues, la firma de este acuerdo, obligaría a Geoalcali a
exportar un producto como la sal para deshielo, a mercados tan
lejanos como el norteamericano, lo que sin duda encarecerá el
supuesto coste de producción, al que habrá que sumar el flete desde
el Puerto de Pasaia o el de Bilbo, hasta donde decida Cargill.
En este sentido, uno de los ex-trabajadores de Geoalcali,
aseguraba que este memorándum con Cargill “no se va a
materializar”, pues la sal resultante de los procesos en Mina Muga,
“no tendrá las características físicas ni químicas” que
satisfagan las necesidades de la multinacional norteamericana.
La misma persona aseguraba que el problema de la sal, como el de
los inertes, continúa sin resolverse. “El que venga va a hacer una
montaña, porque lo hacen todos. Los únicos que no los hacen son los
alemanes, porque la tiran al Rhin”, advirtiendo que en las oficinas
de Geoalcali “han estado barajando tirarla al mar, metiéndola con
una tubería desde el puerto hasta el Cantábrico”, una operación
que de realizarse sin haber sido nombrada en el proyecto sería
ciertamente alarmante.
Preguntamos a la persona que hizo de intermediaria entre un grupo
inversor y Geoalcali, quien nos aseguró que “la sal aquí no sirve
para nada”, refiriéndose a su valor en el mercado del Estado
español, lo que reforzaría en cierto modo la idea del memorándum
con Cargill, si no fuera porque a renglón seguido nos asegura que
“la otra cosa que se hace es coger la sal y tirarla al mar”,
advirtiendo que es algo legal.
En Geoalcali sin embargo no lo ven viable y no es porque el
camuflaje verde de sus colores les contagie un ápice de respeto
medioambiental, sino que les preocupa la reacción social. “¿Cómo
nos iban a recibir los arrantzales en el Puerto de Bilbao si
montamos la sal en una barcaza y la arrojamos al mar a unas millas de
las costa?”, se preguntaba Ricardo Pérez al respecto.
Una gran montaña de sal y muchos
problemas sin resolver
La realidad de Geoalcali no parece tener mucho que ver con lo que
vende de cara al exterior, sobre todo en Ayuntamientos y poblaciones
afectadas de una u otra forma por la explotación minera.
La mina “residuo cero” está lejos de convertirse en una
realidad, y son muchas las fuentes que aseguran que la montaña de
sal que preveía la empresa en su proyecto, tiene visos de
convertirse en una gran montaña debido en cierto modo a una táctica
de venta del producto demasiado arriesgada, que deja poco o ningún
margen económico para gastos que no sean estrictamente productivos.
De este modo, es más que probable que la empresa, de terminar
abriendo Mina Muga, tenga que crear no sólo una gran montaña de
residuos como las tiene Iberpotash en el Llobregat, o la tiene
todavía Potasas de Navarra en la Sierra del Perdón, pese a haber
finalizado la explotación hace más de 25 años, sino que además
terminará por regalar la sal, convirtiendo “el valor añadido”
del millón de toneladas de sal que se iban a comercializar, más
bien en otro problema sin resolver.